El día 21 de agosto se celebra en México el Día de la Trabajadora y el Trabajador Social, una fecha que no puede pasar desapercibida ante los ojos de los ciudadanos. Detrás de cada trabajador social hay una historia de sacrificio, lucha, compromiso y profunda humanidad.
Es una labor silenciosa, pero es pilar para la construcción de una sociedad más equitativa, igualitaria y justa.
El académico Ezequiel Ander-Egg define el trabajo social como “una disciplina que, a través de una metodología científica y trabajo interdisciplinario, investiga, administra, previene, educa y rehabilita, fomentando la participación social para modificar actitudes ante problemas sociales.
Se enfoca en ayudar a las personas a analizar sus necesidades, formular sus ideas y colaborar en la búsqueda de soluciones, promoviendo el desarrollo social y la participación activa de la comunidad.”
Esta definición encarna la trayectoria de la Maestra Guadalupe Perea Almanza, quien es originaria de Poza Rica, Veracruz, pero se forjó en Victoria, Tamaulipas, y desde muy joven entendió que el trabajo social no sólo era asistencial: era una transformación.
Lupita fue integrante del movimiento estudiantil de los años setenta, defendió el derecho al transporte público para estudiantes, impulsó el programa de preparatorias populares y participó en la reconceptualización del plan de estudios de la Facultad de Trabajo Social en la UAT.
La guía para su vida fue el lema “Unión, Concientización y Praxis”. Tres veces ha sido regidora en Ciudad Victoria, presidió comisiones de equidad de género, promovió programas de alfabetización y participó en foros nacionales donde la voz de las mujeres se levantó siempre ante la desigualdad. Con una visión transformadora, con tintes de gestión, pedagogía y una mirada siempre feminista, Guadalupe demostró a su paso que el trabajo social también es una política transformadora.
El legado de la Maestra Lupita está vivo en cada generación de jóvenes estudiantes que se han formado bajo los cambios de su incansable lucha, en cada mujer que respaldó y sostuvo, en cada comunidad que escuchó y en cada una de sus acciones. Nos recuerda que, cuando las cosas se hacen con amor y cariño, pero sobre todo con convicción y propósito, el trabajo social no se mide en cifras sino en dignidad humana.
El 21 de agosto no es sólo un homenaje: es un compromiso colectivo. Hablar y reconocer la lucha de Guadalupe Perea Almanza es también exigir condiciones justas para las trabajadoras y trabajadores sociales que, sin recursos suficientes y en contextos de violencia, sostienen el núcleo de nuestra sociedad.
Guadalupe Perea Almanza no sólo ejerció el trabajo social: lo convirtió en su causa, en su bandera y en su camino de justicia.
➡️ NORA M. GARCÍA