Opinión

DETOX SOCIAL

Hay momentos en que la humanidad se ve obligada a hacer una pausa, una epidemia, una guerra o una crisis económica actúan como fuerzas que rompen lo establecido, desordenan la vida colectiva y abren paso a un proceso inevitable: un DETOX SOCIAL.

La historia muestra que cada crisis reajusta el orden social: la peste negra transformó la fe y el trabajo medieval, la gripe española abrió camino al Estado de bienestar, y las guerras mundiales redefinieron la ciudadanía y el papel de las mujeres. La pandemia del Covid fue el quiebre del siglo XXI.

La modernidad, tan racionalizada como la describía Max Weber, mostró su fragilidad ante lo imprevisible, y desde la mirada de Karl Marx, el Covid no fue la excepción: colapsó el sistema productivo, rompió cadenas laborales y generó nuevas formas de alienación.

En México, entre marzo y abril de 2020 se perdieron 12.5 millones de empleos, la mayoría en el sector informal, el 46% de los trabajadores vio reducidos sus ingresos. el 88% perdió su horario habitual y la economía se estabilizó, pero más de la mitad sigue en la informalidad.

Como anticipó Marx, el capital se adaptó y convirtió la precariedad en norma: Sin embargo, los grandes cambios no se explican solo con números y la crisis sanitaria reveló lo emocional como motor de transformación: la vulnerabilidad, el miedo y el encierro pusieron en duda el individualismo.

Émile Durkheim anticipaba que cuando las jerarquías sociales pierden su orden inicial, también cambian los valores, el prestigio dejó de medirse en consumo y se ha redefinido en torno al tiempo, la salud, la familia y la comunidad. Así, la sociedad mexicana comenzó a modificarse drásticamente.

Cansancio, duelo, ansiedad, estrés; el deseo de sentido marcaron el punto de inflexión. Aquí cobra sentido la “Ley de Correspondencia”: lo que se transformó dentro de las personas se reflejó afuera, en las calles, en la dinámica laboral y en la economía de casa.

El vínculo humano se reconfiguró y dio lugar a nuevas formas de empatía y resistencia, detox social posterior a la pandemia tuvo ventajas y desventajas: permitió digitalización, aceleró el acceso a la información y generó nuevas economías, pero profundizó la soledad, la ansiedad, la depresión y la desigualdad.

Esa racionalidad que Weber describía alcanzó su límite: “vivir no podía seguir reduciéndose a producir” y nuestro país sigue procesando un cambio estructural; la crisis mostró que el bienestar no puede depender solo del crecimiento económico, sino de la justicia, la salud y la comunidad.

Marx apostaría que las estructuras productivas determinan la conciencia social: “la economía y la ética son inseparables”.

Después de la pandemia, el mundo no volvió a ser el mismo, lo que sobrevive no son los modelos económicos ni las estadísticas, sino la capacidad de reinventarse, elegir entre volver a la normalidad que quebró o construir una nueva, donde individuo y comunidad estén en equilibrio.

El Detox Social no fue solo una pausa sanitaria, fue una lección de humanidad.

POR NORA MARIANELA GARCÍA RODRÍGUEZ