Las lluvias que han caído en los últimos días sobre Tamaulipas trajeron un respiro al calor extremo, pero también reavivaron un viejo enemigo: el dengue. Entre calles anegadas y patios llenos de recipientes con agua, los mosquitos encuentran el escenario perfecto para multiplicarse, y con ellos, los riesgos de contagio.
En los patios de las casas, en una cubeta olvidada o en una llanta arrumbada, se gesta el peligro. El mosquito Aedes aegypti —pequeño, silencioso y de hábitos domésticos— es el responsable de transmitir el virus del dengue, zika y chikungunya. Su presencia se multiplica justo cuando la lluvia cesa y el sol reaparece, un ciclo natural que los expertos en salud pública conocen demasiado bien.
Zeferino Reyes Rodríguez, jefe del Departamento de Control y Enfermedades Transmitidas por Vector, describe el panorama con precisión técnica:
“Estamos trabajando al cien por ciento en todo el estado. Después de que baje el nivel del agua, se desplegarán operativos de fumigación en coordinación con las jurisdicciones sanitarias, sin descuidar los casos probables que se reporten”, explicó.
El funcionario detalla que las brigadas estatales y municipales trabajan de forma conjunta, realizando fumigaciones, campañas de descacharrización y control larvario. Matamoros, Tampico, Madero, Altamira y Ciudad Victoria encabezan la lista de prioridades. En todas ellas, los equipos de salud recorren colonias y escuelas, tratando de romper el ciclo reproductivo del mosquito antes de que los huevecillos eclosionen.
Sin embargo, el verdadero reto no está solo en las calles. “El mosquito Aedes aegypti se reproduce en aguas limpias y puede completar su desarrollo en apenas tres o cuatro días. Una hembra deposita entre 100 y 200 huevecillos, y estos pueden permanecer viables hasta un año, esperando el contacto con el agua”, explica Reyes Rodríguez.
Esa característica convierte al dengue en una amenaza silenciosa. Aunque la fumigación mata al mosquito adulto, el riesgo persiste si los hogares no eliminan los criaderos. Por eso, desde la Secretaría de Salud se insiste en una fórmula sencilla pero efectiva: lavar, tapar y voltear.
La dependencia asegura contar con suficiente insecticida y personal para mantener los operativos activos. Pero la batalla contra el dengue es, en gran medida, una labor compartida. Las lluvias seguirán cayendo, el clima continuará variando entre humedad y calor, y el mosquito encontrará nuevas oportunidades.
En ese escenario, el llamado es insistente: la prevención comienza en casa. No basta con las campañas ni con las fumigaciones. Cada recipiente vacío, cada cubeta olvidada, puede convertirse en un criadero. Y en tiempos donde la lluvia se mezcla con el dengue, lo que parece una simple charca puede ser el inicio de una epidemia.
Por Raúl López García