Lo logró. Después de más de tres décadas de carrera política, dos intentos fallidos y una vida marcada por la perseverancia, Sanae Takaichi fue elegida este martes como la primera mujer primera ministra de Japón.
A sus 64 años, la líder conservadora alcanzó una meta que parecía inalcanzable en uno de los países con menor representación femenina en la política mundial.
La votación parlamentaria que la confirmó como jefa de gobierno no solo marca un hito institucional, sino también simbólico: por primera vez, una mujer estará al frente del gabinete japonés, en un contexto de desafíos demográficos, tensiones geopolíticas y demandas sociales urgentes.
De baterista de heavy metal a líder de Estado
Nacida en la prefectura de Nara en 1961, hija de un oficinista y una agente de policía, Takaichi creció lejos de los círculos políticos. Antes de entrar a la política, fue presentadora de televisión, buceadora aficionada y baterista en una banda de heavy metal. Su Toyota Supra, símbolo de su pasión por los autos, hoy se exhibe en un museo local.
Su vocación política se encendió en los años 80, cuando trabajó en la oficina de la congresista estadounidense Patricia Schroeder, en plena fricción comercial entre Japón y Estados Unidos. Desde entonces, Takaichi se propuso defender la soberanía japonesa y construir una carrera política sólida.
Tras perder su primera elección en 1992, ganó un escaño al año siguiente y se unió al Partido Liberal Democrático (PLD) en 1996. Desde entonces ha sido diputada en diez legislaturas y ha ocupado cargos clave como ministra de Comercio e Industria, ministra de Seguridad Económica y ministra de Asuntos Internos y Comunicaciones.
Una figura compleja en tiempos de cambio
Takaichi se ha definido como admiradora de Margaret Thatcher y ha declarado su objetivo de convertirse en la “Dama de Hierro” de Japón. Su perfil conservador ha generado controversia: se ha opuesto al matrimonio igualitario y a que las mujeres casadas mantengan su apellido de soltera. Sin embargo, en su campaña más reciente suavizó su discurso y propuso medidas concretas para apoyar la crianza, el cuidado y la salud de las mujeres.
“Quiero crear una sociedad en la que la gente no tenga que abandonar sus carreras por cuidar a alguien”, dijo durante su campaña, en la que también prometió deducciones fiscales para servicios de cuidado infantil y mejoras en la atención hospitalaria para mujeres.
Su experiencia personal —ha sido cuidadora en tres etapas de su vida— sustenta una agenda que busca responder a las necesidades de una sociedad envejecida y con baja natalidad. En ese sentido, su llegada al poder representa una oportunidad para ampliar el enfoque de género en las políticas públicas, aunque desde una visión conservadora.
Un paso histórico para Japón
Japón ocupa los últimos lugares en representación política femenina entre los países desarrollados. La elección de Takaichi rompe una barrera histórica y abre un nuevo capítulo en la vida democrática del país. Aunque su liderazgo será observado con atención por sus posturas ideológicas, su llegada al poder es también una señal de que las mujeres pueden —y deben— ocupar los espacios más altos de decisión.
La nueva primera ministra enfrentará el reto de recuperar la confianza ciudadana tras escándalos políticos, contener el avance de la extrema derecha y responder a los desafíos económicos y sociales del país. Pero su victoria ya es, en sí misma, un mensaje poderoso: la perseverancia, incluso en los entornos más rígidos, puede abrir camino.
Sanae Takaichi no solo hizo historia. Con su elección, Japón comienza a escribir una nueva narrativa: una en la que las mujeres no solo participan, sino que lideran.






